¡¡Adelante, siempre adelante!!

EL TEXTO ARGUMENTATIVO. GUÍA PRÁCTICA.


¿EN QUÉ CONSISTE ARGUMENTAR?
Todos sabemos intuitivamente que argumentar es aportar razones para defender una determinada idea. En ocasiones, esa idea corresponde con nuestro propio punto de vista, pero esto puede no ser así. Lo que sí es cierto que cuando nos plantean una cuestión y esta nos convence o poco o nada sin darnos cuenta mentalmente nos preparamos para aportar diferentes razonamientos (argumentos) que persiguen la finalidad de “discutir” esa idea.
Lo que nos proponemos cuando algo que se dice no nos convence es demostrar varias cosas posibles: que lo que se sostiene no es verdadero o que nos desagrada o que no posee rigor científico o que es demasiado generalizador o una serie de cuestiones más por las cuales nos vemos impulsados a REBATIRLO. Lo cierto, como dijeron algunos estudiosos del tema, es que nos pasamos la vida argumentando porque nuestro propósito es siempre el de convencer al otro de que lo que nosotros pensamos es siempre lo correcto y de que somos portadores de la razón y la verdad, de “nuestra” razón y “nuestra” verdad. El fin es muy claro: llevarlos a nuestro terreno, persuadirlos de que piensen como nosotros. Y, para resultar convincentes, no nos queda otra que hacerlo con argumentos sólidamente construidos y lo suficientemente creíbles como para arrastrar a nuestro interlocutor hacia la postura que defendemos, es decir, hacia nuestra TESIS.
 
En la argumentación resulta eficaz la utilización de dos métodos para CONTRAARGUMENTAR, es decir, para contrarrestar los argumentos del adversario:
 
PRIMER MÉTODO: Si lo que pretendemos es demostrar que nuestro contrario no tiene razón, que no nos convence lo que dice o que la tesis que él sostiene es falsa, lo que estaremos haciendo será una REFUTACIÓN. Por qué, porque refutar es rechazar, es contradecir. EL OBJETO PRINCIPAL DE LA REFUTACIÓN ES DEMOSTRAR LA POCA CONSISTENCIA DE LOS ARGUMENTOS DEL CONTRARIO Y REBATIRLOS CON LOS PROPIOS.
 
LA SEGUNDA TÁCTICA es la CONCESIÓN AL ADVERSARIO, según la cual se admite momentáneamente el argumento del contrario para después presentar objeciones (rechazos).
 
Hemos de tener en cuenta, tal y como he dicho al principio, que no siempre las argumentaciones se mueven en el terreno de las creencias, las opiniones personales, los valores ideológicos, las preferencias estéticas y los sentimientos, propios o ajenos, es decir, en el terreno de la subjetividad (ARGUMENTACIÓN SUBJETIVA), sino que existe una argumentación propia de los temas científicos, que, necesariamente, debe ser objetiva concluyente, definitiva y apoyada en fuentes documentales. Por qué, porque los razonamientos de los que provienen y los datos que se utilizan y las conclusiones a las que se llegan se pueden comprobar experimentalmente. Esto quiere decir que nos encontramos, pues, ante una ARGUMENTACIÓN OBJETIVA.
 
Os propongo este vídeo muy corto que concreta algo más esto que estamos tratando: el hecho de APORTAR ARGUMENTOS PARA DEMOSTRAR QUE UNA DETERMINADA IDEA (TESIS) ES VERDADERA O POSIBLE.
 
 
Tal y como he apuntado antes, en la vida cotidiana y en el debate cultural, social y político, argumentar es intentar convencer o persuadir al otro. En muchas ocasiones no importa demasiado si aquello que se dice es absolutamente cierto o contiene algo de falsedad. 
Los argumentos que aportamos en determinadas situaciones comunicativas son en muchas ocasiones opiniones, creencias, valores ideológicos, sentimientos, referencias o datos que creemos “razonables” y cuya validez depende de la propia situación o de la credibilidad o confianza que no dé la persona que está argumentando. Por lo tanto, las conclusiones que resulten no pueden ser consideradas “verdades incuestionables”, sino tan solo posibles, probables o convenientes.
Ante este tipo de argumentación, debemos mantenernos en estado de alerta y nuestra postura debe ser muy crítica, porque no siempre los argumentos que presentan nuestros oponentes son razones de peso que se puedan comprobar, sino que son falsos argumentos, FALACIAS que solo pretenden arrastrarnos y convencernos de una tesis.
 
Os propongo estos vídeos con ejemplos concretos para que comprobéis qué son realmente las falacias y lo habituales que son en nuestro entorno. Tanto que las estamos utilizando de forma continua, la mayoría de las veces de forma inconsciente. 
 


Después de ver los vídeos, podrás entender mejor que una falacia es, pues, un razonamiento no válido o incorrecto, pero con apariencia de razonamiento correcto. Es un razonamiento engañoso o erróneo (falaz), pero que pretende ser convincente o persuasivo. 
Te habrás dado cuenta también después consultar toda la información que en discusiones por Internet, en discursos políticos y en anuncios comerciales, las falacias se usan para convencernos de cosas que no son necesariamente ciertas (volvemos a lo apuntado al principio).
Así, por ejemplo, se argumenta de una manera falaz cuando en vez de presentar razones adecuadas en contra de la posición que defiende una persona, se la ataca y desacredita (ad hominum): se va contra la persona sin rebatir lo que dice o afirma, se la desacredita.
No debemos confundir validez y verdad, como ya hemos visto y las falacias se caracterizan porque algo falla en el razonamiento mismo. Así, En algunos casos, el problema es la ambigüedad de algunos términos, que nos permite en ocasiones utilizarlos con dos sentidos distintos en distintas premisas, con lo que al final llegamos a una conclusión disparatada.
Otras veces, en cambio, lo que están mal son las premisas (partimos de premisas falsas que nos parecen verdaderas). Finalmente, hay veces en que lo que está mal es la relación misma entre las premisas (que no es lógica).

Los griegos distinguían entre los paralogismos y los sofismas. Ambos serían tipos de falacias, pero mientras que en los primeros el razonamiento es incorrecto por error o ignorancia (falacia proviene de "fallo"), en los segundos hay una intención inequívoca de engañar a nuestro interlocutor.
 
Dentro de las falacias podemos distinguir también entre las llamadas falacias formales y las falacias informales o materiales. Llamamos falacias formales a aquellas en las que lo que falla es la forma del razonamiento, que parece correcta, pero no lo es. Mientras que las falacias informales (o materiales) serían argumentos convincentes pero intencionadamente incorrectos (por defectos de expresión o por la constitución misma del razonamiento).
 
TIPOS DE ARGUMENTOS.

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