¡¡Adelante, siempre adelante!!

Taller de escritura ESCRÍBELO TÚ.

ESCRÍBELO TÚ: una narración breve.

Estamos en la primera evaluación y hace ya un mes que iniciamos nuestra andadura. Esta actividad consiste en crear vuestro propio texto. Se trata de elaborar un relato corto, no más de un folio de extensión, en el que queden incluidos los siguientes elementos narrativos:

Narrador (interno o externo).
Acción (ritmo lento o rápido) y su estructura (planteamiento, nudo y desenlace).
Personajes (realistas, fantásticos, principal, secundarios...)

Sabes que a la hora de construir una historia tanto el espacio en el que se desarrolla (entorno urbano o rural, descripción del paisaje, elección de un espacio único...) como el tiempo (la duración del relato, el orden cronológico y la época) son muy importantes para situar bien al lector y que no se pierda en la lectura.
Tampoco olvides el tiempo a la hora de narrar. Hablamos de la ordenación de los hechos dentro de tu historia: puedes elegir un orden cronológico, es decir, un orden lineal; puedes empezar por la mitad de la historia (in media res); hacer una retrospección, regresando desde el presente hacia el pasado (flashback), o también puedes adelantar un hecho futuro anticipándolo. El tiempo externo en el que se desarrollan los hechos que cuentas también es muy importante porque debes ambientar tu historia en una época concreta (la Edad Media, el mundo romano, el siglo XX, la época actual, en un mundo futuro imaginado... Deberás elegirla tú).

Aquí te dejo muestras que ejemplifican todo lo anterior. Léelas atentamente  y busca los elementos.  Aver si los encuentras todos...

El niño al que se le murió el amigo

EL NIÑO AL QUE SE LE MURIÓ EL AMIGO, un cuento de Ana María Matute (España, 1926)

Una mañana se levantó y fue a buscar al amigo, al otro lado de la valla. Pero el amigo no estaba, y, cuando volvió, le dijo la madre: “el amigo se murió. Niño, no pienses más en él y busca otros para jugar”. El niño se sentó en el qui­cio de la puerta, con la cara entre las manos y los codos en las rodillas. “Él volverá”, pensó. Porque no podía ser que allí estuviesen las canicas, el camión y la pistola de hoja­lata, y el reloj aquel que ya no andaba, y el amigo no vi­niese a buscarlos. Vino la noche, con una estrella muy grande, y el niño no quería entrar a cenar. “Entra, niño, que llega el frío”, dijo la madre. Pero, en lugar de entrar, el niño se levantó del quicio y se fue en busca del amigo, con las canicas, el camión, la pistola de hojalata y el reloj que no andaba. Al llegar a la cerca, la voz del amigo no le llamó, ni le oyó en el árbol, ni en el pozo. Pasó buscándole toda la noche. Y fue una larga noche casi blanca, que le llenó de polvo el traje y los zapatos. Cuando llegó el sol, el niño, que tenía sueño y sed, estiró los brazos, y pensó: “qué tontos y pequeños son esos juguetes. Y ese reloj que no anda, no sirve para nada”. Lo tiró todo al pozo, y volvió a la casa, con mucha hambre. La madre le abrió la puerta, y le dijo: “cuánto ha crecido este niño, Dios mío, cuánto ha crecido”. Y le compró un traje de hombre, porque el que llevaba le venía muy corto.

Aquí va otro:

A enredar los cuentos

A ENREDAR LOS CUENTOS, un cuento de Gianni Rodari (Italia, 1920-1980)
-Érase una vez una niña que se llamaba Caperucita Amarilla.
-¡No, Roja!
-¡Ah!, sí, Caperucita Roja. Su mamá la llamó y le dijo: “Escucha, Caperucita Verde…”.

-¡Que no, Roja!
-¡Ah!, sí, Roja. “Ve a casa de tía Diomira a llevarle esta piel de patata”.
-No: “Ve a casa de la abuelita a llevarle este pastel”.
-Bien. La niña se fue al bosque y se encontró una jirafa.
-¡Qué lío! Se encontró al lobo, no una jirafa.
-Y el lobo le preguntó: “¿Cuántas son seis por ocho?”.
-¡Qué va! El lobo le preguntó: “¿Adónde vas?”.
-Tienes razón. Y Caperucita Negra respondió…
-¡Era Caperucita Roja, Roja, Roja!
-Sí. Y respondió: “Voy al mercado a comprar salsa de tomate”.
-¡Qué va!: “Voy a casa de la abuelita, que está enferma, pero no recuerdo el camino”.
-Exacto. Y el caballo dijo…
-¿Qué caballo? Era un lobo
-Seguro. Y dijo: “Toma el tranvía número setenta y cinco, baja en la plaza de la Catedral, tuerce a la derecha, y encontrarás tres peldaños y una moneda en el suelo; deja los tres peldaños, recoge la moneda y cómprate un chicle”.
-Tú no sabes contar cuentos en absoluto, abuelo. Los enredas todos. Pero no importa, ¿me compras un chicle?
-Bueno, toma la moneda.
Y el abuelo siguió leyendo el periódico.
 Cuentos por teléfono, (1962), Trad. Ramón Prats de Alos –Moner, Barcelona, Juventud, 1973, pág. 138


Y otro más:
https://narrativabreve.com/wp-content/uploads/2013/10/cuento-angel-muerte-rey-israel.jpg

EL ÁNGEL DE LA MUERTE Y EL REY DE ISRAEL

(Cuento de las 1001 noches)

Se cuenta de un rey de Israel que fue un tirano. Cierto día, mientras estaba sentado en el. Trono de su reino, vio que entraba un hombre por la puerta de palacio; tenía la pinta de un pordiosero y un semblante aterrador. Indignado por su aparición, asustado por el aspecto, el Rey se puso en pie de un salto y preguntó:
-¿Quién eres? ¿Quién te ha permitido entrar? ¿Quién te ha mandado venir a mi casa?
-Me lo ha mandado el Dueño de la casa. A mí no me anuncian los chambelanes ni necesito permiso para presentarme ante reyes ni me asusta la autoridad de los sultanes ni sus numerosos soldados. Yo soy aquel que no respeta a los tiranos. Nadie puede escapar a mi abrazo; soy el destructor de las dulzuras, el separador de los amigos.
El rey cayó por el suelo al oír estas palabras y un estremecimiento recorrió todo su cuerpo, quedándose sin sentido. Al volver en sí, dijo:
-¡Tú eres el Ángel de la Muerte!
-Sí.
-¡Te ruego, por Dios, que me concedas el aplazamiento de un día tan sólo para que pueda pedir perdón por mis culpas, buscar la absolución de mi Señor y devolver a sus legítimos dueños las riquezas que encierra mi tesoro; así no tendré que pasar las angustias del juicio ni el dolor del castigo!
-¡Ay! ¡Ay! No tienes medio de hacerlo. ¿Cómo te he de conceder un día si los días de tu vida están contados, si tus respiros están inventariados, si tu plazo de vida está predeterminado y registrado?
-¡Concédeme una hora!
-La hora también está en la cuenta. Ha transcurrido mientras tú te mantenías en la ignorancia y no te dabas cuenta. Has terminado ya con tus respiros: sólo te queda uno.
-¿Quién estará conmigo mientras sea llevado a la tumba?
-Únicamente tus obras.
-¡No tengo buenas obras!
-Pues entonces, no cabe duda de que tu morada estará en el fuego, de que en el porvenir te espera la cólera del Todopoderoso.
A continuación le arrebató el alma y el rey se cayó del trono al suelo.
Los clamores de sus súbditos se dejaron oír; se elevaron voces, gritos y llantos; si hubieran sabido lo que le preparaba la ira de su Señor, los lamentos y sollozos aún hubiesen sido mayores y más y más fuertes los llantos.


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